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sábado, 30 de abril de 2016

CONVENTOS DE SIERRA DE GATA

Sierra de Gata ha contado durante siglos con una amplia presencia conventual. La mayor parte de los cenobios que existieron en nuestra comarca estaban vinculados al Mundo Seráfico de la Orden Franciscana. Desde San Martín de Trevejo hasta Torrecilla de Ángeles, pasando por Acebo, Hoyos, Gata, Descargamaría y Robledillo de Gata, nos encontramos con restos mejor o peor conservados de lo que fueron grandes centros de oración y cultura.


El convento franciscano de San Martín de Trevejo de San Miguel fue fundado en el siglo XV. Contó con una veintena de religiosos de media y con los siglos se convirtió en un convento muy apreciado por los vecinos de la localidad. Durante años sirvió como seminario y en la actualidad se ha convertido en una singular hospedería.





El convento de franciscano de Gata de Nuestra Señora de Monteceli o Monte Coeli o del Hoyo fue fundado en el siglo XIV. Su ruina actual es fruto de la Desmortización del siglo XIX aunque todavía se conserva la fábrica de un imponente edificio que en su tiempo de máximo esplendor llegó a contar con 50 frailes.





El convento franciscano de Santiago del Azevo tuvo dos sedes una en el Cerro Moncalvo y otra en la Huerta del Fraile en Acebo. El convento ubicado en el cerro Moncalvo fue inicialmente de monjas terciarias de San Francisco, llamado Santiago de las Dueñas o Santiago de Moncalvo. En el siglo XVI fueron trasladadas a otros conventos y en él se alojó a monjes terciarios. En 1595 éstos se trasladaron definitivamente al casco urbano de Acebo donde llegó a contar con una media de 16 frailes que entre oración y oración impartían también clases de gramática.



El convento franciscano de Hoyos del Espíritu Santo fue fundado por Pablo Pérez el 15 de septiembre de 1558 y a lo largo de su vida tuvo una media de 20 frailes. Desgraciadamente al igual que sucedió con el de Gata fue condenado por la desamortización decimonónica que permitió que la persona que se apoderó de él lo convirtiese en una cantera.





El convento-hospital de Robledillo de Gata de Nuestra Señora de los Ángeles destaca por un esgrafiado de clara influencia precolombina que se puede contemplar en una de sus fachadas principales. Pero sin duda también destaca otro edificio relacionado con el convento que se halla en el centro de la población y que conserva una de las mejores y más curiosas muestras del esgrafiado de toda Sierra de Gata.







sábado, 5 de marzo de 2016

Fray José Pedro Panto, Un Franciscano Valverdeiro en las Misiones Californianas




Fray José Pedro Panto nació en la villa fronteriza de Valverde del Fresno en el año 1778. La gran presencia e influencia de la Orden Franciscana en Sierra de Gata, comarca en la que tenían numerosos conventos (San Martín de Trevejo, Hoyos, Acebo, Gata, Descargamaría) favoreció el que un joven  Fray Pedro Panto se adhiriese a dicha Orden religiosa, muy posiblemente desde el convento de San Miguel ubicado en San Martín de Trevejo y que por aquel entonces pertenecía a la demarcación provincial del mismo nombre (S. Miguel); encontrándose adscrito a la Diócesis salmantina de Ciudad Rodrigo. Con el tiempo se convirtió en Misionero de la Orden Franciscana y al igual que muchos religiosos serranos partió para América siguiendo muy de cerca los pasos de Fray Junípero Serra.
El 2 de junio de 1803, Panto arribó al Real Hospicio de Misioneros de Indias en  El Puerto de Santa María (actualmente Convento de Santo Domingo), lugar donde los religiosos se hospedaban antes de partir para el continente americano. Acompañado de Fray Gerónimo Boscana, con quien le uniría una estrecha amistad hasta el día de su muerte, se embarcó en el puerto de Cádiz el 18 de julio de 1803. Viajó en la embarcación "Nuestra Señora del Pilar", también conocida como "La Fortuna" siendo su capitán D. Pedro Ignacio de Estillarte. Arribaron al puerto mexicano de Vera Cruz el 24 de octubre. Por aquellas fechas la ciudad portuaria sufría una epidemia de "vómito negro" por lo que, a pesar de encontrarse extenuados por el duro viaje, los viajeros abandonaron la ciudad mexicana de inmediato. Tras un viaje plagado de incidentes y después de tres jornadas llegaron a la capital, México.
Una vez en la capital mexicana se incorporó en 1803 al Colegio de San Fernando (sede principal de la Orden Franciscana en la capital mexicana). Siete años más tarde partiría hacia tierras de California con el objeto de ayudar a las tareas de colonización y evangelización iniciadas por Fray Junípero pocos años antes y alentadas políticamente desde España durante el reinado de Carlos III. Existen documentos sobre la solicitud y posterior autorización realizada en 1809 por Fray Agustín Garijo (Guardián del Colegio de San Fernando) al Virrey y al Arzobispo de México para enviar a Panto y a fray Marcelino Marguínez a Nueva California. Su destino definitivo queda confirmado en la carta enviada por Fray José Antonio Uría desde la capital de México a José de la Guerra en Tepic el 14 de Noviembre de 1809. Su llegada a San Diego en California se produjo el 28 de Julio de 1810, cuando se incorporó a la Misión de San Diego de Alcalá como ayudante del Prior Fray Pedro Pascual Oliva. Entre sus tareas conocidas destacó la de construir un nuevo canal y acequia de suministro de agua para la misión (del que todavía quedan algunos vestigios arqueológicos). Así mismo se le encomendó la tarea de la reconstrucción del edificio principal de la Misión, arruinado como consecuencia del terremoto de 1803.
La relación con los “indios Dieguinos” o "Kumeyaay" habitantes de la zona era pacífica; aunque se mantenían ciertas reservas fruto de los continuos y violentos altercados que se habían mantenido pocos años atrás. Igualmente las relaciones de los misioneros con las autoridades civiles, según se desprende de las cartas del propio Panto, también dejaban bastante que desear.
Una tarde de noviembre de 1811 Panto sufrió vómitos después de la cena. Su sopa había sido envenenada por el cocinero, el indio Nazario, con una planta llamada cuchasquelaai, también conocida como “Escoba Amarga”. Esta planta es bastante común en Sierra de Gata y muy posiblemente Fray Panto la conociese; aunque es bastante probable que desconociese sus efectos tóxicos. Tras seis meses de larga agonía Fray Panto fallecía al fin el 30 de junio de 1812. En su acta de defunción, levantada por su inseparable amigo Fray Gerónimo Boscana, con la asistencia de Fray Tomás de Ahumada, consta que falleció a las 7 de la noche y que "no pudo recibir el Viático" debido a sus continuos vómitos. El entierro se celebró el 2 de julio; mientras que el funeral lo ofició Fray Jerónimo Boscana.
Parece ser que entre las motivaciones que llevaron al indio Nazario a asesinar a Fray Panto se encuentra el duro castigo al que este sacerdote sometió al indígena, 100 latigazos. El nombre de Fray Pedro figura actualmente en una lápida bajo el altar mayor de la Misión de San Diego de Alcalá junto al de otros mártires de la colonización de California.

El envenenamiento, muerte y procedimiento judicial en relación a este suceso lo convierten en el primer hecho criminal con resultado de muerte investigado y resuelto de la ciudad de San Diego.