martes, 27 de diciembre de 2016

MANUEL RAMOS SUSAÑO Y LA DEHESA DE ABAJO

Mi amigo Manuel Ramos Susaño ha conseguido publicar con la Editorial Muñoz Moya un libro en el que lleva trabajando prácticamente toda su vida. 
Bajo el título "La Dehesa de Abajo de Perales del Puerto 1839-1986, 147 años en pos de la utopía a través del tiempo y de la historia" Manuel Ramos nos explica de una manera sencilla y cercana cómo unos cuantos oligarcas locales se apoderaron de uno de los bienes comunales más importantes de la localidad de Perales del Puerto, La Dehesa de Abajo.


Manuel es un ejemplo de superación personal, ya que desde una formación autodidacta ha conseguido alcanzar la tan anhelada emancipación de la clase obrera. Con este libro, que además de ser un ensayo que enriquece bibliográficamente a nuestra Comarca, protesta públicamente ante un atropello contra uno de los bienes comunales peraliegos más olvidado por la inmensa masa social de esa localidad.
Me consta, porque lo he podido observar durante todos los meses en los que he charlado con él, que Manuel ha hecho bandera de su lucha la reivindicación del retorno a manos comunales peraliegas de este bien usurpado por unos facinerosos, que aprovechándose de sus cargos y de unas leyes ultraliberales se enriquecieron a costa de las capas peraliegas más humildes.


La Dehesa de Abajo es un claro ejemplo de cómo las capas sociales más desfavorecidas de Sierra de Gata se quedaron sin unas propiedades que servían en numerosos casos para evitar el desempleo y los casos extremos de pobreza absoluta. Las Desamortizaciones del siglo XIX favorecieron la apropiación canallesca de unos bienes que durante siglos habían sido propiedad de todos los vecinos de las localidades de Sierra de Gata. Muchas de esas propiedades eran bienes concejiles, en otras ocasiones eran bienes eclesiásticos que la Iglesia arrendaba. En la usurpación de esos bienes por parte de unos pocos se encuentra uno de los motivos de la conflictividad social de finales del siglo XIX y principios del XX en Sierra de Gata.
  

lunes, 26 de diciembre de 2016

DE ILUMINADOS, EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS (II)




            En la falda de la sierra más occidental de Extremadura, Jálama, existió hace muchos años una Ermita, la Ermita de San Casiano, rodeada por un frondoso bosque y de majestuosas rocas que formaban intrincadas cuevas. Vivía en dicha ermita Martín un buen anciano, que según contaban los que lo conocieron perteneció a distinguida y recia familia cacereña.
Es curiosa la historia de Martín el ermitaño y además de interesante, provechosa a los lectores. Voy a contarla: los padres de Martín tuvieron dos hijos, el nombrado y José.
Martín y José eran genios muy opuestos. Mientras el carácter del primero era díscolo, atrevido, temerario, el de José se distinguía por su obediencia y sencillez.
Ocurrió un día que Martín, desoyendo los consejos de sus padres,  propuso a su hermano que le acompañase a una cacería.
José le advirtió, una y más veces, que no era procedente tal propósito por desconocer ambos el manejo de las armas de fuego.
No debió convencerse Martín y cuando llegó la puesta de sol salieron los dos hermanos provistos de flamantes escopetas y otros efectos necesarios.
Internáronse en un espeso monte. Eligieron dos sitios de aguardo, por donde, según Martín, debían pasar algunos Corzos.
En actitud expectante estuvieron los dos hermanos poco más de media hora, cuando, el ruido de pasos, hízole suponer a Martín que se acercaba alguna pieza. No se engañaba. Dos hermosos ciervos miraban a poca distancia de él.
Martín montó precipitadamente la escopeta, sonó un disparo al poco rato, se oyó un ¡ay…! Lastimoso producido por una leñadora. La bala había atravesado un brazo a la pobre mujer, cuya presencia pasó inadvertida para Martín en el momento crítico del disparo.
Poco tiempo después Martín prometía ante un cuadro de la Virgen una penitencia como expiación del delito que su imprudencia le hizo cometer.
Transcurrió mucho tiempo desde aquél suceso. Martín se convirtió en ermitaño de San Casiano. Se mantenía de las limosnas que recogía en los pueblos inmediatos; si bien en algunos eran muchos los que especulaban con la gran fortuna que poseía.
En una desapacible tarde de invierno. Una imponente tormenta se formó en el espacio. Martín, entre rayos luminosos y rugientes truenos, se  postró de rodillas ante un crucifijo, que pendía en las paredes de una cueva próxima a la Ermita y cuando fue a levantarse cuatro manos hercúleas le sujetaron por el cuello.
El ermitaño incorporose como pudo y se encontró frente a frente de dos hombres que le dijeron: venimos por tu fortuna o por tu vida. Mi fortuna- contestó el anciano- la tengo despreciada hace muchos años, y mi vida le pertenece a Dios.
¡No mientas! -dijo uno de aquellos hombres.Venimos por tu tesoro y si nos lo niegas morirás sin remedio.
Pasaron algunos segundos de silencio, interrumpido por Martín, que con sonrisa de mártir exclamó: ¡pues bien señores, salid de esta cueva y os enseñaré el lugar en el que guardo mi tesoro!
-¿Conocéis el corpulento árbol llamado Matusalem, que hay al terminar el puente de los gitanos?
-Sí -afirmaron los facinerosos.
-Pues meted la mano en el hueco que hay en dicho árbol y encontraréis el tesoro que tengo.
-Si nos engañas -se atrevió a decir uno de aquellos hombres- pagarás con tu vida.
-Os juro que no -replicó Martín.
Los bandidos tomaron la dirección que el Ermitaño les había indicado. La tormenta se encontraba en su clímax; aun así los facinerosos marcharon a toda prisa. Al llegar al puente, que les había indicado Martín, los truenos y relámpagos se sucedían cada vez con mayor frecuencia, y la lluvia se tornó en un caudal torrencial que arrastraba cuanto encontraba a su paso.
Al día siguiente el ermitaño se dirigió al árbol Matusalem, estuche de su tesoro. ¡Gran sorpresa recibió el pobre viejo!
Al pie del árbol había dos cadáveres carbonizados por una chispa eléctrica. Postrose de rodillas Martín, rezó por ellos.Y metiendo después la mano por el hueco del árbol Matusalem, sacó un libro con tono de pergamino en cuyas tapas se leía
Tesoro del Alma


Relato basado en el escrito del Párroco Sousa Bustillo Jálama y su Comarca

Autor: CHUCHI del Azevo
Marzo de 2012

DE ILUMINADOS, EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS I




Ya estaba casi todo, lo poco que tenían, guardado en las banastas de corteza de castaño que adquirieron el día anterior en San Martín de los Vinos; cuando alguien llamó a la puerta del Convento de Santiago. Fray José de Gallegos, se levantó y sin dudarlo abrió la puerta. Ante él se encontraban el representante de los vecinos del Azebo, junto a un nutrido grupo de vecinos de esa población; que se habían desplazado hasta Cerro Moncalvo, para ayudar a los monjes franciscanos a su traslado, hasta la nueva sede del Convento de Santiago en esa humilde población de Sierra de Gata.
Aunque la noche se les había echado encima, y ese mes de noviembre de 1595 era de los más fríos de los últimos años, la comitiva emprendió la marcha en el preciso instante en el que Fray Nicasio, el monje más veterano del Convento, trancó para siempre la puerta. Entrada que tantas veces había franqueado desde que llegó a ese humilde cenobio.
A la cabeza de la procesión se situaron los monjes, que portando un gran crucero y luminosas antorchas, iban guiando por intrincados senderos al resto de los miembros del acompañamiento.
Cuando se encontraban a mitad de camino, por el cerro de la Atalaya, un intenso vendaval, junto a una espesa niebla se apoderó del grupo; y todos ellos, temiendo que las antorchas se apagasen por los vientos ciclónicos, se apresuraron a proteger las llamas de las mismas para no quedarse a oscuras en medio del monte.
Cada vez les era más difícil avanzar y algunos empezaron a especular con la idea de abandonar la tarea del traslado conventual; pero en ese preciso instante uno de los monjes, Fray José de Gallegos, comenzó a tararear el Bíblico Salmo 50, el popularmente conocido Miserere:

Miserere mei, Deus,/secundum magnam misericordiam tuam./Et secundum multitudinem miserationum tuarum,/dele iniquitatem meam./Amplius lava me ab iniquitate mea:/et a peccato meo munda me./Quoniam iniquitatem meam ego cognosco:/et peccatum meum contra me est semper…… 

Inmediatamente todos los asistentes le secundaron y como si de un milagro se tratase las llamas de las antorchas no se vieron afectadas por los vivos vientos serranos.
Así continuaron un largo trecho, hasta que por fin llegaron a la antigua Ermita de San Sebastián, que se encontraba a unos escasos cien metros del casco urbano del Azebo. Ese terreno era el que los vecinos de esa localidad les habían regalado a los monjes franciscanos para que refundasen su nuevo Convento de Santiago.
Entre los asistentes llamó la atención lo acaecido y todos estuvieron convencidos de que habían asistido a un milagro. Decidiendo entre ellos,  desde aquél día, que el Miserere sería su canto procesional obligatorio en sus ritos religiosos. 


Autor: CHUCHI del Azevo
Marzo de 2012

miércoles, 16 de noviembre de 2016

PLAGIOS DE FOTOGRAFÍA

Llevamos unos cuantos años en los que unos advenedizos venidos de fuera (the outsiders) quieren dotarnos de una intelectualidad y de una cultura de las que ellos consideran que los serragatinos carecemos. Esa idea no se fundamenta ni menos que en todo momento nos han considerado unos indígenas desde un punto de vista colonial y  supremacista.
Lo cojonudo del asunto, y hago ostentación por mi verborrea extremeña, me siento orgulloso de ella,  es que muchos de estos foráneos injertados tienen tan poca creatividad que sólo se dedican a copiar lo que muchos de los "indígenas" de nuestra Comarca venimos creando de manera anónima durante décadas y sobre todo sin el apoyo de instituciones oficiales como la Diputación de Cáceres o de la Junta de Extremadura.
Estos son dos organismos que se dedican a dilapidar el dinero público en creaciones de proyectos como el Parque Cultural de Sierra de Gata, cuyo único objetivo es colocar a los representantes políticos del partido político que gobierne dicha Diputación en cada momento (muestra de ello es la polémica en la que están sumidos en internet actualmente). El Parque Cultural de Sierra de Gata se resume en la idea de repartirse entre ese 60% de funcionarios públicos de Extremadura unos cuantos millones de euros que la Unión Europea destina a las zonas más deprimidas de Europa. 
Pero además cualquiera de los que llevamos décadas trabajando en rescatar la historia y la cultura de Sierra de Gata nos encontramos que estos delincuentes culturales institucionales aprovechan cualquier trabajo escrito, gráfico, etc. para presentar unos plagios a ciertos concursos cuyas bases están pactadas de antemano para apoderarse de unos emolumentos económicos que por sus propias capacidades no podrían obtener.
Muestra de ello son estas dos fotografías, una de ellas la hice Yo en el 2010 y está publicada hace años en Internet, y a la otra le han dado dado un premio de unos 700 euros la Diputación de Cáceres este año.


  

¡Al menos si se hubiese currado la fotografía con la Superluna de este mes tendría una explicación!!!!!!









lunes, 14 de noviembre de 2016

LAS GUERRAS COLONIALES PORTUGUESAS Y SIERRA DE GATA


Una Juventud sacrificada en las últimas Guerras Coloniales

Joâo iba dando sus últimos pasos por una ladera con un amplio desnivel, había dejado atrás la peligrosa zona conocida por el nombre de La Librería en la Cervigona y procuró pasar lo más alejado posible por la minicentral eléctrica que se encontraba instalada allí, entre aquellos cerros; y que gracias al agua de esa cascada generaba luz para varios pueblos de Sierra de Gata.
                Su lento jadear se volvía cada vez más forzado, le costaba respirar y mantenerse en pie; comenzaba a notar que perdía el conocimiento. Por fin decidió guarecerse debajo de unas jaras, cerca de la orilla del río; extenuado dejó caer su cuerpo, ya casi inerme, bajo la sombra que le proporcionaba el matorral. La boca la tenía seca, pero era incapaz de acercarla al cauce del río para beber algo de agua; mientras se recuperaba un poco le vinieron a su cabeza bellos recuerdos de su Lisboa natal, el Chiado alto, Belem, la Baixa Lisboa, el Convento de los Jerónimos, las deliciosas natas con las almorzaba cada mañana y por último la imagen de su querido Fernando Pessoa. ¡Cuántas veces había leído y recitado sus versos a la luz de una vela, mientras alguien canturreaba un fado a lo lejos!; sin embargo era incapaz de recordar la cara de su madre, su querida madre. ¿Dónde se encontraría ahora?, ¿Qué estaría haciendo la pobre?, seguro que le estaba buscando desesperada por todos los rincones de Lisboa. Su mano lentamente se fue resbalando por su abdomen ensangrentado, el orificio de bala que con tanto ímpetu intentaba taponar al final quedó libre y un borbotón de sangre tiñó la tierra de un rojo ocre hasta alcanzar el azul cristalino del agua del arroyo.
                Joâo Silveira de Menezes  era un joven luso espigado de complexión delgada, muy sensible a la vida y antibelicista convencido; por eso cuando el gobierno portugués le llamó a filas para combatir en Angola decidió huir, como muchos otros jóvenes portugueses, por la frontera hispano lusa; pero a Joâo le sorprendieron los guardiñas portugueses en el mismo límite fronterizo y aunque le hicieron varios disparos de advertencia decidió continuar con su fuga; prefería caer en el intento de evasión a participar en una guerra colonial que tan sólo beneficiaba a unas pocas familias de privilegiados compatriotas. Al final uno de los carabineros lusos que le descubrió decidió apuntarle y cual si de una pieza cinegética se tratase disparó su arma acertando premeditadamente en el blanco humano sin remordimiento alguno; aún así no pudieron apresarle.
                Deambuló durante días herido en el abdomen; intentado adentrarse lo más posible en tierras españolas para evitar de esa manera su captura; pero poco a poco se fue desangrando hasta que al final el esfuerzo por huir y el calor sofocante ayudaron a acabar con su vida lejos de su amada Lisboa;  en un rincón apartado de esta ruda Sierra de Gata.
                Martín se encontraba como de costumbre con su pastoría de cabras por la serranía más noroccidental de Acebo, cuando de repente echó en falta a su perra.
-¡Chiqui…! ¡Chiqui….!¿Ondi andas?
                Al poco la perra aparecía con un trozo de tela en la boca; una tela con un estampado de llamativos colores. Colorido nada común por estas tierras extremeñas que se debatían entre el blanco y negro casposo de una España con múltiples carencias.
-¿Y ésto?...... ¿A ver? ¿De ondi has sacao ésto? -mientras tanto la perra le miraba con sus inmensos ojos marrones moviendo el rabo como si esperase algo a cambio; hasta que después de un rato se dio la vuelta y salió corriendo de nuevo en dirección al río. Martín la siguió todo lo rápido que pudo, saltando de canchal en canchal, a riesgo de tropezar y magullarse; ya que intuía que algo extraño pasaba y que la perra se lo quería enseñar.
                Por fin la alcanzó y tirándole del rabo la sacó de debajo de una tupida jara, no quería que ninguna alimaña pudiese herir a su preciada perra. Con la segureja que siempre llevaba al cinto desbrozó la maleza y cuando ya había clareado todo lo que pudo el terreno apareció ante Él el rostro demacrado y con la mirada perdida en el infinito del joven Joâo. La tétrica estampa le hizo dar varios pasos hacia atrás, no se atrevió a moverlo; de repente su cabeza se quedó bloqueada con los viejos relatos de asesinatos durante la guerra civil española que había escuchado en su casa a los más mayores. Transcurridos unos minutos consiguió mover sus músculos y articular los primeros pasos hasta que logró emprender una rápida carrera para avisar en el pueblo del luctuoso hallazgo.
                Hasta el lugar se desplazaron infinidad de funcionarios e incluso alguno de ellos portugués que certificaron la muerte y la identidad del desgraciado joven que como si de un apátrida se tratase fue enterrado en una fosa común de cualquier campo santo de Sierra de Gata. El último deseo de Joâo nunca se pudo cumplir, él siempre quiso que como epitafio en su tumba figurasen los versos de su amado Fernando Pessoa.
Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía
no hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas
la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos.

                Relato en memoria de aquel joven anónimo portugués cuyos restos fueron hallados en Acebo en la década de los sesenta y que falleció por negarse a colaborar con las ideas imperialistas que dominaron durante siglos a las sociedades de unos países europeos en plena decadencia.

Autor: CHUCHI del Azevo

OVNIS Y RESIDUOS RADIOACTIVOS EN JÁLAMA



                La noche se había ido echando encima y un grupo de jóvenes acebanos esperaban sentados en el recinto de las escuelas la aparición de unas enigmáticas luces que en los últimos tiempos se veían en lo más alto de Jálama. Estas luces no se observaban a diario sino que su presencia era más bien esporádica; pero la aparición de las mismas inquietaba a los más jóvenes de la localidad, quienes lanzaban todo tipo de especulaciones sobre ellas.
                A las tres de la mañana en punto, cuando ya pensaban que esa noche no verían nada más un cielo bellamente estrellado, apareció en lo más alto de Jálama una de esas luces que con su movimiento serpenteante y sus continuos cambios de color, amarillo y anaranjado, describía el tránsito por una de las pistas de este monte serragatino.
-¡Eso os digo Yo que son camiones que están metiendo algo, residuos radioactivos, productos tóxicos, etc.., en las minas de la cotorina de Jálama ¡- exclamó el más joven de los allí reunidos.
-¿No sé….? –contestó dubitativo otro de los jóvenes que se encontraba en Acebo pasando las vacaciones en casa de un primo suyo. Lo cierto es que es raro que encima cambien de color con esa frecuencia tan precisa, si os fijáis es cada dos minutos. Eso no lo provoca el tránsito por un camino, más bien me hace pensar en una máquina. ¿Y si fuese un OVNI?, de esos que dicen que han visto en algunas partes del mundo, como aquél que se estrelló en Roswell (U.S.A.) con dos marcianos muertos dentro.
-¡Joder, qué imaginación chicos!- Les espetó Luisa a ambos. Esas luces serán de algún imbécil que querrá gastar alguna broma pesada a los que él considera unos paletos de pueblo; Yo no les haría el más mínimo caso a las dichosas luces. ¡Venga!, vamos a la plaza a la verbena y olvidaros de las lucecitas.
                Todos se levantaron al unísono a la orden de movilización de Luisa. Mientras tanto varios hombres, en lo más alto de Jálama, se afanaban por descargar uno de los últimos barriles que llevaban en uno de los cinco camiones con  los que habían subido hasta la cumbre de ese monte. Era el último de cincuenta barriles que su empresa les había encargado depositasen en el interior de la mina de la barrera del Toconal. Una vez colocados convenientemente los barriles en el interior de la mina, descargaron una pesada plancha de acero que soldaron a dos vigas de metal que previamente habían anclado a los laterales de la entrada de la mina; para de esa manera evitar que alguien pudiese entrar en la misma y descubrir los barriles tóxicos que habían almacenado allí.



LA GENTRIFICACIÓN Y LA MISMISIDAD DE SIERRA DE GATA

                Desde hace bastantes años en Sierra de Gata se vienen produciendo dos fenómenos, la gentrificación y la mismisidad, que tienen un primer origen en el progreso económico y la transformación en clase media de la emigración de los vecinos de esta comarca que se marcharon de ella en la segunda mitad del siglo XX.
                El fenómeno de la gentrificación procede del anglicismo gentry; y fue empleado por primera vez en el Reino Unido para definir el proceso por el que la burguesía y las clases adineradas reocupaban barrios, hasta entonces, marginados y degradados. Expulsando desde ese preciso momento a los grupos marginales y desfavorecidos que los habitaban.
La gentrificación lleva asociado un proceso de renovación arquitectónica, mejoras medioambientales, establecimiento de centros comerciales, aumento de remuneraciones, alza del precio de las viviendas, mejora del nivel educacional, etc.
Empero en Sierra de Gata de todos esos efectos anteriormente citados tan sólo se ha producido uno que ha contribuido a acelerar la emigración de todos los pequeños núcleos rurales que componen la comarca, éste es el alza del precio de las viviendas, del suelo urbanizable y del rústico.
La inversión en bienes inmuebles urbanos y rústicos de los emigrados que consiguieron mejorar sus condiciones de vida con su salida de la Sierra ha provocado, y provoca, un incremento del precio de esos bienes que no se corresponde con el que debería tener si tenemos en cuenta la renta per cápita de nuestra comarca.
Esa inversión se produce por el hecho de querer contar todos ellos con una segunda residencia en la que pasar sus periodos de vacaciones. Ese turismo de carácter estable, que es común a toda la geografía española, tiene indudablemente infinidad de aspectos positivos, que se tratarán en próximos artículos, pero ha contribuido y contribuye a un despoblamiento paulatino de nuestras poblaciones; que en los últimos tiempos se ha visto acelerado por el fuerte proceso de urbanización que vive la sociedad extremeña.
La tipicidad de la gentrificación de Sierra de Gata está provocada, como se ha mencionado anteriormente, por ese turismo tan característico nuestro y en menor medida  por la llegada de los llamados neorrurales o personas de clases medias y profesiones liberales que buscan el contacto con la naturaleza, más que la rehabilitación del campesinado; y que eligen nuestra comarca para instalarse ellos, sus familias y sus negocios.
Por otro lado la mismisidad es un  fenómeno muy arraigado entre la población nativa de nuestra comarca, este concepto se define en el libro Neorrurales en Extremadura como Nosotros como Mismos. Pero lo más interesante de la mismisidad son los prejuicios que los nativos y los forasteros tienen unos de otros; aunque cotidianamente ambos se acepten. Esos prejuicios impiden, en muchos casos, un correcto enriquecimiento cultural de ambos al desconfiar mutuamente unos de otros; pues unos son considerados como agentes perturbadores de los modelos tradicionales de vida y de las costumbres locales, y los otros son considerados por los foráneos como gentes ancladas en vivencias de tiempos remotos.
Empero tanto la mismisidad como la gentrificación llegaron a Sierra de Gata hace mucho tiempo, aunque nadie las definió de esa manera, y permanecerán en ella con igual fuerza o quizás mayor en la medida en la que en este país y en Europa se vaya saliendo de la crisis y la vida en las ciudades sea cada vez más compleja y estresante.